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Anoche anunciamos en directo en mi canal de Twitch al ganador del concurso de escritura de “La chica carnero”, pero para todos aquellos que no asistieron, aquí tenéis la resolución del concurso:

Hemos recibido más relatos de los esperados, todos fantásticos, y cada uno diferente, algunos orientados más en la fantasía y otros más realistas, cada relato con un toque especial y una forma de escribir personal. Realmente quiero daros las gracias a todos aquellos chacorritos que habéis participado, gracias por mostrarme que sois unos artistas y unos escritores de primera.

Realmente me han gustado tanto los relatos, que, con vuestro permiso, los voy a subir todos cuando salga la chica carnero (dando crédito a cada escritor, por supuesto), de hecho, si alguien más quiere escribir algo, el escrito será bienvenido en el tablón de la chica carnero, ¡es nuestro creepypasta! así que todas las historias o relatos cortos van a ser bienvenidos, porque ya sabéis, no todos cuentan la misma historia, ni la misma versión.

Y tras descartar y pensar, nos qudamos con dos relatos, dos relatos que incluso podrían coexistir, que mezclados serían perfectos, justo lo que buscábamos… Pero ¿sólo un ganador?

En directo Víctor Peralta y yo lo estuvimos explicando, todos eran geniales pero estos dos en concreto  eran lo que buscábamos… ¿Quién gana? Víctor y yo nos miramos y dijimos “los dos”, queremos que estos dos chacorritos hagan la historia de la chica carnero juntos.

 

Felicidades  Ramón Draven (Garada) y Monty, sois los ganadores del concurso de escritura de “La chica carnero” Realmente espero que ambos puedan crear una magnífica y escalofriánte historia juntos, por separado sois geniales, espero no equivocarme y ver como juntos formáis algo aún grande.

El creepypasta de nuestra comunidad.

(En orden de envío)

Chica carnero [Por Monty]

Ahí está otra vez, incansable, siempre observando desde el otro lado, inalcanzable. Posa una mano sobre el espejo, desde su lado, yo también lo hago, tratando de sentir su piel al menos una vez más, sin embargo, solo consigo sentir el frío vidrio que contiene su imagen.

Cuando su imagen desaparece del espejo, la busco en otras superficies reflectantes. Estoy enamorado de su pelo rojo, de su piel pálida, mortecina, como una geisha terrible de cuernos curvados. El carnero que me ha robado el corazón. No la encuentro por ningún lado.

Hubo un día en el que no estuve obsesionado con verla cada segundo, en el que podía vivir mi vida sin sentir ese terrible dolor en el pecho cuando no puedo verla, cuando era libre de sus ataduras, de su encanto.

Yo vivía la vida casi como podía en un piso de estudiantes. Todo normal, platos sin lavar en el fregadero, puertas cerradas con llave, zonas comunes hechas un completo desastre,… todo normal. Estaba estudiando la carrera de antropología, así que solía usar mi propio entorno para definir comportamientos sociales que posteriormente analizábamos y discutíamos en clase. Se podría decir que mi casa era mi propio laboratorio social.

¡Ahí está! Creía que la había perdido. Ahora se refleja sobre el escaparate de una tienda de ropa. Andamos juntos, como dos enamorados manteniendo la distancia justa para no parecer acaramelados ni ser distantes. El vaivén de su pelo me deja hipnotizado. Cada hebra es una galaxia para mí, en la que podría perderme infinitamente. Daría mi vida por tener uno solo de sus largos cabellos de fuego en mis manos, poder tocar una pequeña parte de ella de nuevo. Es un suplicio estar al otro lado del mundo en el que ella se encuentra. Se ha marchado otra vez, dejando la misma sensación de dolor que antes, como un puñal que se clava profundo en mi pecho.

¿Por dónde iba? Lo que estudiaba, sí… En fin, que mi casa era mi propio laboratorio social. Tenía dos compañeros de piso fijos, a los que podía analizar siempre que lo deseara. No importan sus nombres, tampoco sus actos porque esto nada tiene que ver con la historia que nos ocupa. No fueron ellos los que provocaron mi situación actual, sino mi profesor.

Un buen día, nuestro profesor, un tipo calvo, con gafas, parecido a Mortadelo, salvo por su edad y la bilis que acumulaba durante la noche y con la que aderezaba nuestros trabajos de investigación, mandó un trabajo bastante extraño. Había realizado una lista de leyendas urbanas de terror, incluyendo a Bloodymary y Charlie Charlie, para que analizaramos. Debíamos comprobar que la leyenda no fuese cierta y analizar nuestras emociones y pensamientos cuando la estuviéramos comprobando. No entiendo por qué escogí psicología como optativa. ¡Ahí! Oh… no era ella. ¡Joder! Creí haber visto su reflejo en ese coche. ¿Dónde se ha metido? Mi amor, búscame en los reflejos. Estoy aquí, no te he abandonado, nunca lo haré. ¿Cielo? ¿Chica carnero? ¿Por qué me haces esto? Parece que está saliendo el sol. Se irá a casa. Ella odia el sol.

Así que me puse con mi trabajo. Bueno, se repartieron trabajos, blablabla y a mí me tocó el de la chica carnero. El profesor me dijo que lo oyó una vez por casualidad, pero ni se acordaba de dónde. Gracias, Mortadelo, por facilitarme la parte de “origen e influencia” que siempre pides en tus trabajos y que consideras muy importante. Así que me puse a indagar. La verdad es que no encontré nada de ella por Internet. Había una cosplayer que parece que la inventó, o la inventaron sus fans o algo así, tampoco lo miré mucho ya que supuse que no me podía ayudar con mi trabajo. Aunque, sí diré que sus cosplays me parecieron interesantes y la empecé a seguir en Instagram, pero eso no viene al caso. Bueno, San Google no me pudo ayudar mucho por lo que dejé esa parte para el final. Tocaba arremangarse y realizar el ritual. Tenía influencia de Bloody Mary y Verónica ya que había que hacerlo delante de un espejo, aunque en realidad decía cualquier superficie reflectante, pero yo opté por un espejo. La parte de ingredientes parecía más una broma que una parte real de un ritual. Tenía que ser de noche y debía dibujar el signo de Aries con una mezcla de salsa picante, alcohol y sangre sobre el suelo. Debo decir que no me di cuenta y toqué la mezcla con el dedo del cual saqué la sangre, soy idiota, lo sé. Eso escocía que era un primor.

Por último, debía pronunciar lo que parecía un poema. Si mal no recuerdo era algo así como… “Ya se ha puesto el sol, quítate el sombrero. Ya salen lobos y peluqueros. Acaba con todos ellos y deja sus cuerpos en vertederos. Ahora muestra tu reflejo.” O algo muy parecido. Antes de decir este poema raro en voz alta puse la grabadora de mi móvil para ir comentando lo que sentía después a tiempo real. Y finalmente completé el ritual.

Una figura apareció al otro lado del espejo. Una angelical figura que en aquel momento me pareció terrible. Dos cuernos infernales que emergían de entre su pelo rojizo, sus ojos mirándome fijamente, una sonrisa que iba creciendo cada vez más y que no se detenía en sus carrillos, sino que se ampliaba a medida que se acercaba a mí. Alargó sus hermosos brazos cadavéricos y, para mi sorpresa, comenzó a atravesar el espejo como si no existiera. Yo me aparté hacia atrás hasta caer de espaldas, fui un tonto por no querer tocarla en ese momento, solo tenía miedo. Ella salió por completo del espejo y, paso a paso, fue aproximándose. Podía escuchar cómo sus cuernos repiqueteaban contra las cosas contra las que se golpeaban. Se agachó con extrema lentitud y me tocó. El dolor fue inimaginable. Mis huesos se partieron, la sangre de mi cuerpo explotó, gota por gota. Yo lo podía sentir todo, el dolor de cada rotura, la angustia de saber que moriría. Posiblemente duraría un instante, pero me parecieron horas de tortura. Y morí. Sí, morí, pero ella me hizo renacer.

Ahora vivo a este lado del espejo, dónde solo hay oscuridad, el antiguo mundo de la chica carnero. Estoy solo. Llevo solo siglos, sin nadie con quien hablar, sin nadie a quien ver, salvo a la chica carnero. Puedo verla a ella como ella me observaba a mí. En el reflejo de su figura en los objetos reflectantes. La echo de menos. ¿Cuándo la vi por última vez? ¿Hace un par de horas? Parecen años. Espero verla pronto. Es lo único que me queda. Ahora está en mi mundo y yo en el suyo. Ahora el mundo es suyo. Ahora es libre.

Mátalos a todos y lánzalos a un vertedero. Te amo, chica carnero.

 

–No se pudo enviar el mensaje de voz. No hay conexión de red–

  • “Otra noche más… Cuánto va a durar esto?”

Josuah Letterman se repetía mentalmente esta pregunta desde los últimos diez días.

O eran once? El insomnio había empezado a afectarle seriamente.

Su situación se reflejaba en el estado de su apartamento. Los restos de comida de la última semana estaban repartidos por toda la estancia así como las colillas, cuyo número había aumentado debido a la ansiedad acumulada. Sin suministro eléctrico por impago, el apartamento estaba sumido en una penumbra perpetua rota sólo en los rincones donde titilaba la tenue llama de alguna vela.

Su propio aspecto estaba sensiblemente demacrado. Aunque no podía saberlo ya que no se miraba en un espejo desde hacía tiempo por miedo a lo que pudiera ver reflejado a su espalda.

  • “Por qué habré aceptado ese último encargo?”

Siempre le había gustado su trabajo de traductor, el revivir volúmenes escritos en lenguas antiguas era como una especie de búsqueda del tesoro. Hasta el último libro que llegó a sus manos.

Ese maldito libro.

De buen principio le apasionó, el simple hecho de descubrir la lengua en que estaba escrito ya le resultó un gran reto. Lo cual le llevó a empezar a traducirlo y transcribirlo con un afán desmesurado.

Y ahí empezó todo. No fue hasta que reprodujo los extraños símbolos que acompañaban los textos. Entonces se iniciaron los extraños acontecimientos.

Al principio fueron cosas a las que no dio importancia, sensaciones. Sentir una presencia, notar como si le vigilaran. Sin darse cuenta, había crecido en él una paranoia que le hacía volverse mientras caminaba para ver si alguien le seguía.

Hasta que un día las sensaciones dieron paso a visiones y muestras tangibles.

Una noche, al apagar la luz de la habitación, apreció algo como dos ojos amarillos, brillantes como si de un gato se trataran. Sólo que él no tenía gato y los ojos estaban situados a casi dos metros del suelo. En otra ocasión, mientras se duchaba, vio de soslayo por el espejo del baño lo que parecía un cuerpo. Estaba de pie, delante de la cortina de la ducha. La piel muy pálida. Como mármol o el nacarado de una perla. Al correr la cortina se desvaneció dejandole una sensación helada que le caló los huesos.

Los sucesos no se quedaron ahí. Intentó ignorarlos, no hacerles caso. Incluso cuando estando tumbado en la cama sintió algo a su espalda acompañado de un olor como de musgo húmedo. Cuando la presencia desapareció, no pudo ahogar el gemido de asombro que le produjo el encontrar unos pelos de color rojizo en ese lado de la almohada.

La siguiente ocasión en que notó al que empezó a llamar “el visitante”, al despertarse descubrió pequeños arañazos recorriendo sus brazos y piernas. Qué es lo que estaba pasando?

De eso ya hacía días. No podía determinar cuántos ya que dejó de dormir y solo consumía la comida enlatada que tenía en la cocina.

No podía seguir así.

Resuelto a terminar con esa situación, fue a la mesa del despacho y acercó una vela al viejo volumen a medio traducir. Lo abrió y empezó a leer. Si algo del libro lo había traído, debería contener el cómo expulsarlo.

Al pasar una página, se hizo un corte en el dedo que salpicó la página. Con un sonoro “MIERDA” movió el codo y tiró la vela, apagando la única luz del despacho.

Se sentó en la silla y palpó los bolsillos buscando su paquete de tabaco. Se llevó el cigarrillo a la boca y, al encender el mechero ahí estaba. Justo delante de él. Una figura femenina, de piel blanca, con una gran melena roja de la que surgían dos cuernos retorcidos. Pero lo más inquietante eran sus ojos. Esos brillantes ojos amarillos, con pupilas horizontales, que vio aquel día. El sobresalto le hizo soltar el mechero.

Y así, en total oscuridad, noto la melena rozándole la cara y unos labios que le susurraron al oído:

  • “Ya estás listo, el vínculo se ha cerrado.”

Cuando el casero abrió la puerta para reclamarle el alquiler, no dio crédito. El apartamento estaba lleno de cenizas. No quedaba ni un mueble, salvo la silla donde estaba sentado Josuah. Totalmente pálido, sus cuencas vacías mirando al infinito y una auténtica mueca de terror le desdibujaba la cara. No había señal de fuego, ni de humo…sólo ese olor a bosque, a musgo húmedo…

Fin.

Y ya está, la chica carnero saldrá próximamente…

Nos vemos mis dulces chacorritos, ¡Feliz halloween! 🎃👻

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